El sobrepeso y la obesidad se definen como una acumulación
anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud
Desde 1998 la
Organización Mundial de la Salud (OMS) considera la obesidad una epidemia global
y un problema sanitario muy grave. En la infancia y adolescencia constituye el
trastorno metabólico más frecuente, así como la principal enfermedad no
declarable. La prevalencia en los países desarrollados se ha triplicado en los
últimos 15 años. Se calcula en más de mil millones el número de personas que padecen
sobrepeso y en unos 300 millones el número de obesos. En 2012, más de 40 millones de niños menores de cinco años tenían
sobrepeso. Ninguna otra enfermedad alcanza esta magnitud
en el mundo. La obesidad ha sido reconocida como un importante problema
nutricional y de salud en la mayoría de los países industrializados. También en
los países con economías en transición, e incluso en determinadas áreas urbanas
en los países en desarrollo, el aumento progresivo de la obesidad se ha
descrito como un problema emergente en los últimos años.
El problema creciente de
la obesidad constituye un ejemplo de cómo el desarrollo tecnológico no implica
un desarrollo social y mucho menos un desarrollo en salud.
La obesidad tiene su
origen en una interacción genética y ambiental, siendo más importante la parte
ambiental o conductual, que se establece por un desequilibrio entre la ingesta
(malos hábitos nutricionales) y el gasto energético (sedentarismo).
El 95 % de los casos de obesidad tienen en su desarrollo un claro
componente ambiental vinculado al sedentarismo y a unos hábitos dietéticos que
favorecen el balance positivo de energía y el depósito paulatino de grasa. Esos
factores ambientales están íntimamente ligados al desarrollo tecnológico, las
condiciones sociales y laborales y el estilo de vida actual.
Esto ha generado en relación a la ingesta un aumento del consumo
de grasas saturadas y de carbohidratos (azúcares) y una disminución de la
ingestión de frutas, vegetales y pescado (proteínas, vitaminas y
micronutrientes). En relación al gasto energético ha influido con la ausencia o
reducción de actividades físicas programadas y espontáneas (menos espacio y
tiempo para juegos de movimientos corporales) e incremento del tiempo dedicado
a actividades sedentarias como ver la televisión, juegos en la computadora u
otros dispositivos electrónicos.
La obesidad ha dejado de ser sólo un problema estético ya que su
implicación en el riesgo cardiovascular está más que demostrada en la
producción de infartos y accidentes cerebrovasculares en interacción con hipertensión
arterial, la diabetes mellitus y la dislipidemia. También se ha demostrado su
relación con el cáncer de endometrio, colon y mama y trastornos del aparato locomotor en especial la osteoartritis,
enfermedad degenerativa de las articulaciones muy discapacitante.
La obesidad infantil se asocia con una mayor probabilidad de obesidad,
muerte prematura y discapacidad en la edad adulta. Pero además de estos mayores
riesgos futuros, los niños obesos sufren dificultad respiratoria, mayor riesgo
de fracturas e hipertensión, y presentan marcadores tempranos de enfermedad
cardiovascular, resistencia a la insulina y efectos psicológicos. Los niños obesos son
objeto de estigmatización social y discriminación, probablemente
en relación con estos aspectos, pueden presentar una mayor prevalencia de
alteraciones psicológicas e inadaptación social.
Se puede concluir que los
cambios ocurridos en la actualidad con la adopción de estilos de vida
inadecuados, el progreso científico-técnico y la ausencia o insuficiencia de
políticas de salud acordes con dichos cambios, influyen en el incremento de la
prevalencia de obesidad a nivel global. Ello contribuye al incremento de la
morbilidad por enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus, dislipidemia y
cáncer, además, la obesidad y sus consecuencias tiene gran impacto en el gasto
sanitario en el mundo.
La
obesidad puede prevenirse. La prevención debe comenzar en la infancia.
¿Qué
pueden hacer los padres?
De acuerdo con la publicación
"Llamado a la acción para prevenir y reducir el sobrepeso y la obesidad
(Call To Action To Prevent and Decrease Overweight and Obesity)" del
Director General de Salud Pública de los EE. UU.:
- Los niños obesos necesitan una
evaluación médica completa de un pediatra para considerar la posibilidad de una
causa física.
- En ausencia de un trastorno físico,
la única forma de perder peso es reducir la cantidad de calorías que se
consumen y aumentar el nivel de actividad física del niño o del adolescente.
- Recalque la alimentación saludable,
limite al mínimo los refrigerios grasos y azucarados, y ponga a disposición del
niño frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y refrigerios con bajo
contenido graso.
- Aumente la actividad física, quizás
caminando enérgicamente con su hijo todas las semanas.
- Manifiéstele a su hijo que es amado y
valorado. Un niño con sobrepeso probablemente sabe mejor que nadie que tiene un
problema de peso. Los niños con sobrepeso necesitan apoyo, aceptación e
incentivo de los padres.
- Sea un buen ejemplo para su hijo. Si
su hijo ve que usted disfruta comidas saludables y la actividad física, es más
probable que haga lo mismo ahora y el resto de su vida.
¿Qué es el índice de masa corporal?
El índice de masa corporal (IMC) es un
indicador simple de la relación entre el peso y la talla que se utiliza
frecuentemente para identificar el sobrepeso y la obesidad en los adultos. Se
calcula dividiendo el peso de una persona en kilos por el cuadrado de su talla
en metros (kg/m2).
La definición de la OMS es la
siguiente:
·
Un IMC igual o superior a 25
determina sobrepeso.
·
Un IMC igual o superior a 30
determina obesidad.
El IMC proporciona la medida más útil
del sobrepeso y la obesidad en la población, puesto que es la misma para ambos
sexos y para los adultos de todas las edades. Sin embargo, hay que considerarla
a título indicativo porque es posible que no se corresponda con el mismo nivel
de grosor en diferentes personas.