Hacia el año 2030 se espera que el tabaco constituya
la mayor causa de muerte en el mundo, al sumar casi 10 millones de muertes al
año (World Bank, 1999).
El tabaquismo pasivo es la exposición involuntaria
de los no-fumadores al humo del tabaco ambiental.
El humo que aspira el fumador pasivo o involuntario
contiene una concentración de determinados componentes tóxicos muy superior a
la del humo que aspira el fumador directamente del cigarrillo
Infancia
y tabaco
Los niños son particularmente susceptibles a los
efectos nocivos del tabaquismo pasivo porque comparten más tiempo cuando hay adultos
fumadores y por su menor capacidad defensiva frente a los tóxicos del
cigarrillo.
Se ha asociado la exposición pasiva al humo del
tabaco durante la infancia con un incremento del riesgo relativo de presentar
enfermedades agudas del tracto respiratorio, síntomas respiratorios
inespecificos, enfermedades agudas otorrinolaringológicas, con una mayor
frecuencia de procesos tumorales, muerte súbita del lactante, bajo peso al
nacer y menor incremento de peso en neonatos hijos de fumadoras que de no fumadoras.
El riesgo para enfermedad respiratoria crónica e infecciones agudas es
dependiente del número de cigarrillos por día y de si fuma uno o ambos
progenitores y o convivientes.
Una revisión de 106 estudios sobre fumadores pasivos
desveló que un 37% de los trabajos concluían
que el fumar de forma pasiva no resultaba peligroso para la población. Un
análisis de estos trabajos demostró que las tres cuartas partes de los estudios
que decían que el consumo pasivo de tabaco no era perjudicial estaban escritos
por personas relacionadas de algún modo con la industria tabaquera.
Hasta un 75% de las madres fumadoras lo hace cerca
del recién nacido y un 47-60% de estos neonatos presenta niveles significativos
de cotinina en orina (metabolito de la nicotina).
Un 90% de las mujeres que fuma durante el embarazo
continúa haciéndolo en los 5 años posteriores por lo que es muy difícil separar los
efectos de la exposición intrauterina de la ambiental a la que se ve sometido
el neonato, aunque es probable que ambas tengan un efecto perjudicial
independiente y aditivo.
La frecuencia de asma e hiperreactividad bronquial es
mayor entre los hijos de fumadores que de no fumadores, aunque hay controversia
sobre si puede actuar como causa del asma o sólo aumentar el número
de reagudizaciones o interferir en su buen control.
Los hijos de madres fumadoras tienen un 28% más de
ingresos hospitalarios por bronquiolitis y neumonía.
Los niños fumadores pasivos tienen un 70% más de
infecciones de las vías respiratorias altas que los no expuestos al humo del tabaco
y presentan además un mayor riesgo de otitis purulentas crónicas, faringitis y
amigdalitis.
Gestación
y tabaco
La repercusión del humo del tabaco en el feto es un hecho
constatado, tanto si se trata de una madre fumadora activa como pasiva.
Los fetos de mujeres fumadoras pasivas se pueden
equiparar a los de fumadoras activas de un consumo medio de 4-6 cigarrillos/día.
Esta circunstancia es la que nos hace hablar del «fumador terciario
intrauterino».
El conjunto de alteraciones presentes en los fetos
de madres fumadoras se ha denominado «síndrome del tabaco fetal», que incluye: bajo
peso al nacer, aumento del riesgo de complicaciones obstétricas, embarazo
ectópico, alteración de las pruebas funcionales respiratorias, endocrinas,
mutaciones en distintos tipos celulares, mayor riesgo de cáncer en los niños e
incremento de la mortalidad perinatal.