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Sobrellevar la muerte

Langer enfatiza: “no diga a un niño lo que usted no cree”
La muerte de una persona amada es un momento de gran conmoción emocional. Todos, lactantes, niños, adolescentes, padres y pediatras experimentan esa conmoción y reaccionan de maneras diferentes.
REACCIONES ANTE LA MUERTE
El modo en que un niño concibe la muerte y expresa su pesar depende de la etapa de su desarrollo, sus experiencias con la muerte y las creencias culturales y religiosas de su familia.
Niños menores de 2 años:
Se encuentran en etapa sensoriomotora, aprenden el mundo valiéndose de sus sentidos y aptitudes motoras. Expresan sus sentimientos a través de su comportamiento. No entienden la muerte pero si perciben la separación y los sentimientos de las personas que lo rodean. En respuesta a esto pueden retraerse, disminuir su actividad o su apetito o mostrarse irritables.
Niños preescolares de 2 a 6 años:
Entienden la muerte de un modo más evolucionado pero todavía carecen de pensamiento lógico.
Conciben la muerte como algo temporario, reversible, como dormir o estar lejos. Se preguntan qué pueden hacer todavía quienes han muerto. Perciben el dolor de los demás y reaccionan fingiendo que lloran o consolándolos. Pueden recurrir al pensamiento mágico o sea creer que su pensamiento puede generar hechos. Esto puede generarles culpa o temor. Hay que tranquilizarlos que ellos en nada han estado involucrados. A esta edad suelen formular preguntas que no tienen respuestas en su esfuerzo por lograr estabilidad, como por ejemplo cuándo volverá un ser amado fallecido.
De 6 a 10 años de edad:
En esta etapa de operatividad concreta con un pensamiento más lógico acerca del mundo tienen capacidad de comunicar verbalmente sus pensamientos. Pueden manifestar hasta un interés mórbido en la muerte y sus símbolos (tumbas, esqueletos). Son capaces de reconocer la muerte como algo definitivo que puede pasarles a los demás (ej. los ancianos) o reconocer que también puede sucederles a ellos. Por todo esto sus reacciones pueden ser más intensas: fobias a la escuela, preocupaciones hipocondríacas, comportamientos agresivos y destructivos, retraimiento o ansiedad de separación.
A los 9 o 10 años:
Los niños hablan de la muerte de una forma que se asemeja a la concepción adulta.
La concepción adulta de la muerte incluye cuatro conceptos básicos:
• Irreversibilidad: este concepto de la muerte como evento permanente permite desprenderse y hacer el duelo de la persona fallecida.
• No funcionalidad: es el reconocimiento del cese de las funciones orgánicas, la no comprensión de este concepto podría hacer temer por el sufrimiento de la persona fallecida.
• Causalidad: se relaciona con la concepción de que la muerte se produce por una disfunción real.
• Universalidad: es el reconocimiento que todas las cosas vivas mueren.
Si los niños no llegan a comprender estos conceptos pueden confiar en el pensamiento mágico, ver la muerte como un castigo o experimentar una culpa excesiva.
Adolescencia:
En esta etapa de pensamiento operativo formal se plantean las implicancias existenciales de la muerte. Frente a la muerte de una persona amada pueden plantearse ¿por qué no yo? También pueden tratar de desafiar la muerte o negarla como si fuera un adversario. Esto sumado a un pensamiento egocéntrico y omnipotente propio de los adolescentes puede exponerlos a comportamientos peligrosos que “desafían la mortalidad”.
EL NIÑO ANTE SU PROPIA MUERTE
Aunque no se haya dicho nada sobre el diagnóstico o el pronóstico los niños gravemente enfermos saben que “algo” está pasando. Se preocupan y temen que si los adultos no hablan ellos tampoco deben hacerlo.
Los más pequeños pueden sentirse más confortados con poca luz, menos ruidos, cambios de posición, brazos.
Los niños en la fase del ¿por qué? pueden centrar esas preguntas en su enfermedad y su muerte.
Algunos niños no desean hablar sobre el final de la vida y ese deseo debe sr respetado. Otros quieren hablar pero no saben cómo comenzar a hacerlo o temen a las consecuencias como entristecer a los adultos, hacer que la muerte llegue antes, recibir contestaciones no veraces, etc.
Siempre hay que ofrecer al niño la oportunidad de expresar lo que está pensando y formule preguntas. Los niños tienden a “vivir el ahora”, mantener las rutinas, evitar la indulgencia excesiva y alentarlos a participar en actividades infantiles habituales puede ayudarlos a conservar su sentido de normalidad.
Cuando se acerca el momento de la muerte, una de las cosas más importantes para el niño es saber que se va a sentir cómodo, sin dolor y amado. A los niños los reconforta saber que no están solos.
La principal preocupación de muchos niños es qué les ocurrirá a las personas que lo sobrevivirán. La mayoría de los niños necesitan que sus familias les transmitan y les permitan sentir paz.
CUANDO OCURRE UNA MUERTE CERCANA
La muerte de un ser querido afecta a todos los miembros de la familia, incluso a los más pequeños. Cuando se trata de una enfermedad terminal de largo tiempo se produce un duelo anticipado, en caso de muertes bruscas el proceso de duelo debe hacerse después de la muerte.
Que un niño esté o no cerca de un enfermo terminal es una decisión personal. En caso que decidan estar tienen que ser informados de lo que van a ver, escuchar u oler. Los niños pequeños pueden hacer muchas preguntas. Los niños mayores o los adolescentes pueden no atreverse a formularlas. Debe ofrecerse explicaciones y ayudar a iniciar conversación. Si optan por no concurrir hay que permitírselo. Algunos pueden solicitar que alguien le acerque un recuerdo, debe asegurarse que el mismo es entregado.
Las recomendaciones actuales sobre el duelo reconocen la importancia de conservar una caja de recuerdos con objetos del ser querido fallecido.
Los padres desean proteger a sus hijos del dolor y el sufrimiento de la pérdida, esto puede impedir que comuniquen y procesen el duelo. Ante estos eventos hay que tratar de que los niños participen de los acontecimientos ( ej. funerales) en la medida que lo deseen, siempre previamente informados.Es conveniente conservar sus pautas cotidianas habituales (horarios, tareas escolares, etc.) que le reducirán la exigencia de cambios adaptativos.
Cuando los niños concurran a los funerales es esencial que tengan cerca a una persona conocida y protectora que conteste sus preguntas, los trate con afecto y eventualmente los lleve a otro sitio si lo desean.
Es aconsejable que los niños que lo deseen conserven un recuerdo, puedan hablar de quien ha fallecido y rememorar momentos felices y también decepciones.
La psiquiatra kubler-Ross introdujo el concepto de los estadios emocionales de la aceptación de la muerte: negación, ira, negociación, depresión y aceptación).Estos estadios ocurren en cualquier orden y con frecuencia recurren muchas veces hasta que la persona se aproxima a la aceptación. No todos llegan a la aceptación. Un duelo que se va mitigando, no importa cuán lentamente es improbable que sea patológico.
Niños de una misma familia o de edades similares pueden cursar su duelo de maneras diferentes. Los padres también en duelo pueden no reconocer el duelo complicado de sus hijos. Es importante que otros los ayuden. En la escuela deben saber de la situación para estar atentos a cambios o reacciones.
DUELO COMPLICADO
Niños preescolares
• Ansiedad de separación persistente
• Comportamiento regresivo persistente
Edad escolar
• Fobia a la escuela o desempeño deficiente persistente
• Alejamiento de los compañeros
• Agravamiento de trastornos de conducta
• Trastornos físicos persistentes sin causa orgánica
Adolescentes
• Comportamientos de riesgo (drogas, alcohol, etc.)
• Alejamiento de compañeros o actividades grupales
• Trastornos físicos persistentes sin causa orgánica
Recuperarse de la muerte de un ser amado exige un proceso individual, independientemente de la edad, y un reacomodación familiar.
Muchas veces los que sobreviven sienten que en ese proceso han madurado y desarrollado capacidades para enfrentar dificultades y un grado de conexión entre ellos que antes no tenían.
Sus fortalezas y sus aptitudes pueden ser trasmitidas a otros en situaciones similares.
Los pediatras solemos desarrollar un vínculo no sólo profesional sino también emocional con las familias que atendemos y podemos ayudar a las familias escuchándolas y dándoles apoyo durante el proceso de pérdida y de duelo.